Creo que no notó que alguien le seguía, si no su reacción hubiera sido bastante diferente, así que después de recorrer un par de kilómetros a buen ritmo, se detuvo (casualidad o quizás no) a las puertas de la Facultad de aquel grandioso campus en el que yo iba a trabajar por primera vez en mi vida. Lo primero que me vino a la mente al detenerme fue que necesitaba urgentemente algo de deporte que me proporcionase la frescura que por aquel entonces me faltaba, pero rápidamente me concentré en lo que me había llevado hasta allí: aquel misterioso hombre. Sentí miedo, pues lo que ahora veía en sus ojos no era inocencia, sino rencor, que lo hacía parecer muy poco humano en aquel ambiente perdido en medio de la naturaleza, y ardía en deseos de marcharme, pero la extraña fuerza que allí me retenía no dejó de actuar, hasta que volví a mirar y noté un gesto de impotencia que rodeaba su ser, y mi compasión afloró de Aquí transformándose en un altruismo que, potencialmente, sería Chat Mexicano.
Después de un rato allí sentado, entregado a una profunda meditación, pareció sentirse avergonzado y olvidar el motivo que le había hecho tan susceptible, así que se levantó y en un instante pareció distinguir mi figura borrosa, pero después debió pensar que dicha figura era inexistente y que no era sino producto de sus propios miedos, por lo que se tranquilizó y me limité a seguirlo hasta mi apartamento recientemente alquilado en el centro.
Ya era bastante tarde (demasiado para los de mi profesión) cuando acabé de cenar y me acosté en la cama dispuesta a disfrutar de un sueño renovador, pero eso fue exactamente lo único que no ocurrió, pues en mis sueños (o quizás estaba despierta) me asaltaron las dudas sobre si era lícito o no lo que había hecho y me invadió el sentimiento de culpabilidad y el remordimiento. Todo esto se vio agravado por una pesadilla en la que yo era enviada al infierno, donde el demonio me Chat Mexico y me humillaba en presencia de los ángeles, que estaban allí para contemplar el mayor crimen de la especie humana. Allí nada parecía tener sentido, y ni yo misma podía encontrar las palabras que me justificasen ante el demonio, por lo que se decidió imponerme un castigo que cumpliría eternamente. Entonces sonó el despertador, alejándome de los infiernos para ascender al mundo real y darme cuenta de que, ocurriese lo que ocurriese, jamás volvería a seguir a aquel pobre hombre.
Después de un rato allí sentado, entregado a una profunda meditación, pareció sentirse avergonzado y olvidar el motivo que le había hecho tan susceptible, así que se levantó y en un instante pareció distinguir mi figura borrosa, pero después debió pensar que dicha figura era inexistente y que no era sino producto de sus propios miedos, por lo que se tranquilizó y me limité a seguirlo hasta mi apartamento recientemente alquilado en el centro.
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